A comienzos del siglo XX reinaba en toda Europa un clima de euforia, agitación y confianza por los avances técnicos, científicos y la creencia en el progreso. Desde la teoría de la relatividad de Einstein hasta las teorías Freudianas sobre el inconsciente y la interpretación de los sueños como la aviación, el automovilismo y la radio tuvieron un fuerte impulso en este período.
Sin embargo, en esta clima de entusiasmo y confianza comenzaron a surgir artistas que revelaron la fragilidad y pequeñez del individuo en un mundo en el cual el hombre se hallaba indefenso.
Nietzsche había ya anunciado la muerte de Dios y en el marco de esta idea, las vanguardias artísticas de la época crearon una nueva forma de experimentar el arte. Idearon un arte que condujera a la liberación de los instintos, la reflexión sobre el tiempo presente y la ruptura con las formas clásicas de pensar lo artístico y lo estético. Mostraron el lado decadente de la sociedad, el contraste entre las clases sociales, la miseria y los prostíbulos, entre otras cosas.
En este contexto surge el movimiento expresionista principalmente en Alemania. Fue como un grito de horror y de desesperación ante el clima de guerra y ciertos aspectos de ese tiempo.
El término expresionista había sido acuñado por Horwath Walden en 1910 al fundar la revista “Der Sturm” (“La Tormenta”) y surge como contrapartida al Impresionismo , en el cuál la naturaleza deja huella en el artista.
En el Expresionismo el movimiento se da en sentido inverso y es el sujeto quien va hacia el mundo. El artista se proyecta imprimiendo su huella en el objeto. El expresionismo exaltó los sentimientos del artista que surgen de su interior. Los artistas expresan en su obra aquello que proviene de lo más profundo de su alma.
En las artes plásticas existieron dos grandes grupos de artistas expresionistas alemanes: El Puente (Die Brucke) y El Jinete Azul (Blazer Reiter). El primero surgió en 1905 y fue conformado por artistas como Kirchner, Bleye, Heckel y Nolde. Este grupo fue el que transmitió sus ideas de formas más violenta. Trabajaron con figuras marginales como los obreros, las prostitutas, el hombre solo en la gran ciudad. Mostraron “lo grotesco, lo feo” frente a “la belleza” del arte burgués. Se disolvió en 1913. El segundo grupo, El Jinete Azul, estuvo integrado por artistas como Kandinsky, Klee y Marc. El grupo se formó en 1911 y se dedicó a trabajar desde una postura más espiritual. Dejaron de lado la forma para concentrarse en la esencia, en la vida interior del hombre y lo esotérico.
Paralelamente a los movimientos expresionistas en las artes plásticas, en la danza, artistas de la talla de RUDOLPH LABAN(1879 –1 958 MARY WIGMAN 1886-1973 ), Kurt Jooss (1901-1978 ), Harald Kreutzberg (1902-1968) y sus seguidores hicieron de este movimiento una escuela.
La danza tradicional, vinculada al ballet clásico, fue transformada mediante una nueva estética de movimiento corporal donde no dominaba ya la métrica, el ritmo, los saltos y pasos previamente establecidos. Tanto el expresionismo en la danza como en la pintura aceptaban el lado oscuro del hombre. El ser humano ya no es “bello y estilizado”. La danza expresionista recobra el movimiento libre, una interacción más dinámica con el espacio, y la posibilidad de la auto expresión corporal. Se caracteriza por movimientos abruptos, en donde el ser humano parece quebrarse por su fragilidad y su desamparo, el cuerpo se contrae a raíz del sufrimiento (a diferencia del pecho erguido del bailarín clásico) y se abandonan las zapatillas de punta.
Rudolf Laban: los comienzos de la danza expresionista
El coreógrafo, bailarín y filósofo RUDOLPH LABAN y la bailarina MARY WIGMAN tuvieron un rol esencial en la creación de este nuevo movimiento.
Así como en el campo de la pintura existieron rupturas importantes en torno al arte clásico, lo mismo sucedió en el terreno de la danza.
Rudolf Laban, nacido en el Imperio Austro- Húngaro, creo un sistema que permite la exploración y el análisis del movimiento, que incluye el estudio del espacio en relación al cuerpo. De esta forma, se pone especial atención a la energía irradiada por los cuerpos más que limitarse a los rígidos movimientos del ballet clásico. Entre los aportes de Laban se puede destacar que dejó sentada las bases para la creación de una nueva danza. Laban le devolvió al espacio su profundidad, permitiendo que el movimiento de los bailarines se realizara en direcciones múltiples. A su vez, el ritmo ya no se vio limitado por la métrica y la música. Se rompe con la concepción clásica de la coreografía dependiente del ritmo y se comienza a valorar el silencio como acompañamiento de la danza y a diferencia del ballet clásico, se busca escapar de la fuerza de gravedad mediante la pérdida del equilibrio. En lugar de las poses del ballet clásico,
Laban impulsó el movimiento dinámico y natural que permitía al bailarín la descarga rítmico-espacial. Utilizando los ideales del antiguo arte griego, se inspiró en las formas más naturales de la danza y se basó en una notación geométrica que enseñaba como, al estirarse o agacharse, el cuerpo se ajustaba en un espacio.
El coreógrafo, bailarín y filósofo RUDOLPH LABAN y la bailarina MARY WIGMAN tuvieron un rol esencial en la creación de este nuevo movimiento.
Así como en el campo de la pintura existieron rupturas importantes en torno al arte clásico, lo mismo sucedió en el terreno de la danza.
Rudolf Laban, nacido en el Imperio Austro- Húngaro, creo un sistema que permite la exploración y el análisis del movimiento, que incluye el estudio del espacio en relación al cuerpo. De esta forma, se pone especial atención a la energía irradiada por los cuerpos más que limitarse a los rígidos movimientos del ballet clásico. Entre los aportes de Laban se puede destacar que dejó sentada las bases para la creación de una nueva danza. Laban le devolvió al espacio su profundidad, permitiendo que el movimiento de los bailarines se realizara en direcciones múltiples. A su vez, el ritmo ya no se vio limitado por la métrica y la música. Se rompe con la concepción clásica de la coreografía dependiente del ritmo y se comienza a valorar el silencio como acompañamiento de la danza y a diferencia del ballet clásico, se busca escapar de la fuerza de gravedad mediante la pérdida del equilibrio. En lugar de las poses del ballet clásico,
Laban impulsó el movimiento dinámico y natural que permitía al bailarín la descarga rítmico-espacial. Utilizando los ideales del antiguo arte griego, se inspiró en las formas más naturales de la danza y se basó en una notación geométrica que enseñaba como, al estirarse o agacharse, el cuerpo se ajustaba en un espacio.
http://talentosfsa.blogspot.com/